Presentación

Francisco Coello: el arte como búsqueda permanente

Francisco Coello (Ambato 1933, Lucerna 2016), es un referente fundamental del arte latinoamericano contemporáneo. Desde su niñez, demostró una inclinación natural hacia el dibujo, las formas y el color, lo que lo llevó a iniciar sus estudios artísticos en la Escuela de Bellas Artes de Quito. Atraído por nuevas culturas y lenguajes visuales, continuó su formación en la Escuela de Bellas Artes de Río de Janeiro, donde se relacionó con las vanguardias brasileñas y la vitalidad expresiva del arte latinoamericano en donde obtuvo el Primer Premio y Medalla de Oro (1961, distinción que anticipó una trayectoria artística de largo alcance.

Su búsqueda artística se caracterizó desde el inicio por la experimentación técnica y conceptual. Su figurativismo inicial pronto derivó en una obra matérica, cargada de símbolos, texturas, elementos extrapictóricos y referencias históricas. En los años 60, su pintura mostró una inquieta exploración del mestizaje latinoamericano, lo que lo llevó a crear composiciones con fuerte carga simbólica y material, como tejidos, maderas o metales adheridos al lienzo, en un gesto anticipatorio del arte contemporáneo andino. Esta etapa le valió el Segundo Premio de la Bienal de Quito (1968) con una obra que incluía elementos de contenido historicista.

En la década de 1970, su interés por la conservación lo llevó a especializarse en restauración de arte. Becado por la UNESCO, estudió en el prestigioso Instituto Central de Restauración (ICROM) de Roma y luego en el Instituto de Restauración de Madrid. Posteriormente, fue invitado a trabajar con el profesor Oskar Emmenegger, integrándose a su taller en Suiza. Este vínculo le permitió participar en importantes proyectos de restauración en iglesias medievales y monumentos históricos de Suiza, como el Monasterio de San Juan de Müstair, declarado Patrimonio de la Humanidad, y la Iglesia de los Franciscanos y la Iglesia de los Jesuitas en Lucerna.

Desde entonces, residente en Suiza, Coello alternó la restauración con la creación artística. A pesar de su distancia física, su obra mantuvo una profunda conexión con su identidad latinoamericana. Según Marco Antonio Rodríguez, su pintura es un ejemplo claro de cómo un artista, pese a vivir en otro continente, permanece fiel a su origen. En Coello se entrelazan el lenguaje moderno y la simbología ancestral; sus mujeres mestizas, tejidos precolombinos, alegorías milenarias y escenas urbanas hacen de su pintura una síntesis entre historia, memoria y sensualidad.

Uno de los ejes centrales de su obra es la figura femenina, trabajada con particular maestría. Coello representa a la mujer como símbolo de introspección, belleza y complejidad. En palabras del arquitecto Oswaldo Páez, sus mujeres —vestidas o desnudas— son excusas poéticas para adentrarse en la textura de la pintura, el juego de la luz, y los secretos del alma humana. Sus retratos femeninos, a menudo cubiertos con sombreros, turbantes o tocados elaborados, remiten tanto al mundo clásico como al onírico, creando una narrativa visual que seduce y desconcierta.

Su estilo, que conjuga elementos del renacimiento, surrealismo, cubismo, abstracción y arte popular, ha sido calificado como único. Su dominio de técnicas como el óleo, acrílico, collage, grabado  y técnicas mixtas se despliega en series temáticas que abarcan desde el paisaje suizo hasta la iconografía andina, pasando por retratos, escenas cotidianas y exploraciones simbólicas.

Francisco Coello expuso en museos y galerías de más de 25 países, incluyendo el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, el Palacio de Bellas Artes de México, el Museo de la Ópera de El Cairo, el Museo de Arte Moderno de Madrid, el Museo del Vaticano, el Museo de Budapest, el Museo de Santiago de Chile. Su obra se encuentra en colecciones privadas en numerosas colecciones en Alemania, Japón, Francia, Israel, Hungría, Rumanía, Suiza y Ecuador concretamente y a lo largo de Europa, América, Asia y Medio Oriente.

En 1982, obtuvo el Premio UNESCO en el XVI Grand Prix International d’Art Contemporain de Montecarlo, por su obra “Meditación”, destacada por su equilibrio entre técnica, símbolo y fuerza expresiva. Ese mismo año fue reconocido por el diario Vaterland de Lucerna por plantear “un nuevo lenguaje visual con profundas raíces culturales”.

En 2002 recibió la Orden Nacional al Mérito del Ecuador, y en 2007 se realizó una gran muestra antológica en el Centro Cultural de la PUCE con 160 obras, la cual fue llevada también a Cuenca y Ambato, ciudades que acogieron con entusiasmo esta panorámica de su vida artística.

Además de su producción plástica, Coello tuvo una intensa actividad cultural: fue fundador de la Galería Atelier d’Art y de la Galería Goríbar, escenógrafo del Ballet Clásico de Quito, coordinador de eventos culturales, director artístico de fiestas populares y miembro activo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Su legado no solo reside en su obra, sino en su rol como promotor del arte ecuatoriano dentro y fuera del país.

Críticos europeos como Beatrix Lang y José Luis Montoné destacan su capacidad de integrar lo mágico, lo ancestral y lo contemporáneo, con una sensibilidad cromática que refleja tanto el paisaje andino como la atmósfera suiza. Otros lo sitúan como uno de los artistas que mejor ha representado la transculturalidad artística, sin renunciar a sus raíces.

Francisco Coello, sigue siendo reconocido como un artista incansable, visionario y profundamente original. Su pintura cuestiona, evoca y transforma. Representa con fuerza el imaginario latinoamericano desde Europa, y su obra —rica en matices, texturas y significados— continúa siendo un puente entre mundos, tiempos y culturas.