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Las mujeres de Paco Coello
Presentación de la muestra del pintor en el Monasterio de Guápulo.
Quito, 18 de febrero de 2014.
Por: Oswaldo Páez Barrera, Arq. Ph.D.
Decano de la facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UISEK
La Universidad Internacional SEK se caracteriza por ser una institución pluralista que así coma expone obras del artista de América Oswaldo Guayasamín, o de ese otro gran pintor ecuatoriano que fue Juan Villafuerte, lo hace, esta noche, del maestro Francisco Coello, pintor de preferencias estéticas distintas.
De este modo y en esta sala, en donde se han realizado las más importantes muestras de los últimos meses en Quito, la diversidad cultural de la que está hecha el Ecuador asoma ante el público, sin censuras ni privilegios, para dar una imagen de esta variedad que nos enriquece y descubre coma país.
Hablaré esta noche de algunos de los valores que caracterizan la exposición que hemos organizado para homenajear a nuestro muy querido pintor ambateño y universal, valores que han venido convirtiéndose en constantes de su obra.
Valga la ocasión para decir que, Paco, siempre tuvo entre sus preferencias temáticas a la mujer desnuda como símbolo de sus inquietudes, propuestas e indagaciones, en el insondable mundo de la pintura artística; más, esta noche, tanto por el frío de Quito coma por la vecindad franciscana, él ha tenido la cortesía de traer a todas sus mujeres, vestidas.
¡Y con qué vestidos! Como para fijarse en ellos, porque esa es una de las condiciones que, por lo visto, el pintor insiste en tocar sobre la feminidad: esa necesidad de atraer las miradas, sea por deseo, por envidia, por placer a por el mero gusto de posar la vista en la faceta más bella de nuestra especie, cual es, precisamente, el cuerpo de la mujer.
Pero esta noche, permitidme invitaros a ver que esto no es más que un pretexto del artista para exaltar la mirada y la imaginación, con el fin de llamarnos a recorrer formas, adivinar secretos y, sobre todo a buscar en el color de las composiciones la clave de aquello que quizás nunca se podrá saber sobre el tema recurrente de esta colección.
Como podemos observar, no se trata de colores de moda, tampoco de trajes de diseñadores famosos. Son, por el contrario, los colores de los cuerpos de sus modelos que se acercan a fugacidad de la carne joven, a su textura sedosa, a la suavidad y la transparencia de sus tules, o a la luminosidad neblinosa de los alabastros.
Volvemos entonces al comienzo: las sempiternas mujeres de Paco Coello, están solo aparentemente vestidas y, como siempre, no hacen más que llamar nuestra atención para que miremos dentro de ellas que, a la manera de las cajas chinas, apenas descubren una envoltura, ya sugieren otra y otra más.
Paco, insiste con ella también en esa condición que no solo pertenece a las mujeres, pues tiene que ver con el incontable número de aspectos que se agrupan en el ser de cada persona y, por eso, fijaos bien, hay damas cuyos vaporosas vestimentas insinúan el laberinto, el rompecabezas, la sombra y la doblez de lo indeterminado e incierto de las almas.
Caras vemos, dice el refrán, Y en estas obras aparentemente sencillas en su solución formal, caras que, bien miradas, no corresponden de manera precisa ni al cuerpo que las sostiene ni al canon de los rostros supuestamente encajados en los formatos y las proporciones clásica. Son rostros que detrás de sus sonrisas y amables gestos, sugieren cierto parentesco con las máscaras. Máscaras que, no obstante, dejan ver miradas anteriores, sugerentes unas, lascivas otras, pero en cualquier caso, mensajeras de enigmas.
Y, todo ello, en medio de una luz matizada, atenuada, de interiores cercanos, o de cercanías acentuadas par los colores apastelados, agrisados, así como por la violenta interpolación de últimos términos en donde, otros personajes, lejanos, asoman ensimismados y distantes, ajenos y extraños, como si también ellos estuvieran afectados por ese toque de silencio, misterio y soledad que flota en todos los espacios subjetivados por el artista. ¿Qué mejor alusión a los tiempos por los cuales nos toca pasar?
Casi todos los personajes que esta noche nos miran desde las paredes, llevan un tocado o un sombrero, como para distraerle a la luz que bien podría alumbrar sus rostros y sentimientos. Un solo cuadro constituye la excepción de la regla: es aquel de las tres hermanas y la niña, en el cual, Paco acentúa los rasgos y proporciones más comunes, lo hace, seguramente para contrastar y acentuar las características o constantes de la presente muestra.
Solo nos queda agregar, por todo lo que a nuestra vista ha sido regalado esta noche, una felicitación por esta cita con el arte pictórico y con las mujeres de Paco Coello, cita en la cual, ellas, nos permiten sentir precisamente esa inquietud o interrogación sobre lo que somos, pues solamente ellas y su nunca desvelado misterio, pueden entregarnos aquella sensación mágica que nos ayuda a seguir viviendo.
Gracias Paco Coello por habernos insinuado este sentimiento, tan humano y, en consecuencia, tan inquietante.
Buenas noches.

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Muestra
antológica de Coello
Una
muestra antológica está constituida
por una rigurosa selección de la obra
de un artista. Es difícil armarla cuando
se trata de alquien que, como Paco
Coello -este ambateño internacional-
ha trabajado tanto y de manera tan
admirable a lo largo de su trayectoria,
que esa labor de escoger deviene en
un desafío planteado al encargado de
hacerla. Porque resulta muy difícil
decidir, entre centenares de cuadros
igualmente excelentes, cual va y cual
no.
Sin
embargo, el antologista debe cumplir
esa misión, y el resultado en el caso
de Paco Coello, es la exposición que
estamos inaugurando. Alrededor de cincuenta
obras, de diferentes épocas, técnicas,
temas, que en conjunto ofrecen al espectador
la panorámica de una vida consagrada
al arte; una vida que en la década
de los 70 se desplaza del Ecuador a
Suiza, en donde echa raíces destacándose
en los campos de la creación y de la
restauración de bienes culturales.
En
Quito, Paco había demostrado su talento
en el trato con los materiales, introduciendo
innovaciones que desconcertaron a la
crítica de ese momento, pero que han
sido avalados por los usos de la plástica
contemporánea. Después de demostrar
que podía con todo, porque detrás de
esas irreverencias contra lo establecido
había un artista de verdad (no como
en el caso de los "conceptualistas"
e "instaladores" de hoy, tras de cuyas
obras solo hay, por lo general, facilismo
e improvisación), Paco Coello se concentra
en la figuración, desplegando sus dotes
para crear, ya en Europa, un sofisticado
mundo con toques de refinada sensualidad.
Sus mujeres lucen a veces una espléndida
desnudez y otras la elegancia de sus
brocados.
Como
lo dije ya en una nota a propósito
de su exposición de hace unos meses
en la Pontificia Universidad Católica
de Quito, en gran parte la obra de
Coello está trabajada en series, que
se diferencian unas de otras tanto
por la temática como por las técnicas
empleadas: dibujo, grabado, silícico,
óleo, acrílico, collage, mixta, etc.
El paisaje, sobre todo el suizo; las
figuras caricaturescas que hizo con
el escritor Carlos De la Torre Reyes
(y que no han sido recogidas en esta
muestra, como tantas otras por la falta
de un espacio adecuado); sus obras
antiguas sobre madera y en láminas
de metal repujado, los abstractos,
y sus damas, que pueblan un mundo con
tintes oníricos: sofisticadas, y elegantes,
de una extraña belleza, en escenarios
señoriales...
Ver
esta exposición, como se debe; deteniéndose
ante cada cuadro para apreciar la maestría
en el oficio, la delicadeza del dibujo,
el sabio juego cromático, el justo
equilibrio de la composición, constituye
una experiencia única para el espectador,
porque así acompaña imaginariamente
al artista, en esa realidad otra, mágica,
que es la realidad de los creadores.
Saludamos
fraternalmente a Paco Coello, en esta
visita a su ciudad natal, a donde ha
venido desde su lejano refugio, más
allá de los Alpes. Nos ha traído el
imponderable recado de su obra, para
recordarnos que él es, por el derecho
que le da su talento de artista, nuestro
embajador cultural en la vieja Europa.
Rodrigo
Villacís Molina
(Presentación de la exposición
"Coello, Antología 2007" en Ambato, en
la Casa de la Cultura, Núcleo de Tungurahua)

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La
Pintura Nueva de Francisco Coello
Coello
es un artista de incesantes búsquedas
en el mundo de la estética y la
técnica. El arte en sus variadas
manifestaciones son un reto para generar
nuevas experiencias, domina como un maestro
el dibujo, la pintura, el mural, la escultura,
el grabado, entre otras técnicas,
motivo por el cual ha sido galardonado
en su país de origen, con la condecoración
de la Orden Nacional al Mérito
como un testimonio a su extensa y rica
producción artística.Coello
ha expuesto varias veces en España
y regresa con su nueva pintura desbordante
de elementos mágicos, donde las
imágenes se desplazan entre sedas
de infinitos colores y sorprendentes
efectos, de la realidad al sueño.
Se intuye una historia y una tradición,
trasladadas al hombre de hoy, como bien
lo ha señalado el famoso poeta
ecuatoriano Jorge Carrera Andrade "un
hombre planetario, sobre todo por su
esperanza en un destino común,
por su inmersión en una común
angustia". En
su labor de medio siglo, su pintura se
ha presentado en museos y galerías
de ciudades importantes como: Roma, Madrid,
Zurich, Budapest, El Cairo, Beirut y
naturalmente en las capitales de América.
Coello atraviesa el mundo de las sensaciones,
para dejar el testimonio de su infinita
cromática y fantasía. La
mujer es el tema principal de su pintura,
extremadamente delicada y femenina, ataviada
con atuendos extraídos de su mundo
interno, su piel y sus formas dejan entrelucir
la suavidad de su espíritu, nos
deleita su presencia y su mirada profundamente
misteriosa.
José Luis
Montoné
(Tomado del catálogo de
la exposición en Arco de Santamaría,
Burgos, 2005)

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Francisco
Coello es uno de los artistas de mayor
difusión internacional. En el
Ecuador fue un adelantado de las nuevas
tendencias, utilizando materiales extrapictóricos,
a contrapelo con la posición conservadora
de la crítica en ese momento.
En Europa su trabajo halló buena
acogida e instalado en Suiza viene desarrollando
una obra figurativa de alta calidad plástica.
Rodrigo
Villacís Molina
(Tomado
del libro ¨Artistas plásticos
del Ecuador, pág: 51, 2002)

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La
técnica de Coello no cesa de enriquecerse.
Manipula los relieves pero siempre en
cauces armoniosos, dispersa los colores
y formas, pero los mantiene cautivos,
al punto de otorgar una delirante sensación
de tridimensionalidad, para luego replegarse
en sí mismos, consiguiendo la
unidad plástica que es el estatuto
de toda obra de arte auténtica.
Marco
Antonio Rodríguez
(Tomado
del libro ¨Palabra e Imagen 3, pág:
80-81, 2001)

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La
fuerza cromática en la Obra de
Francisco Coello:
Muestra de madurez
y exclusividad en la Galería "Artes
Galerie"
En medio de las
numerosas muestras pictóricas
que se presentan anualmente, sobresale
como siempre la pintura personal de Francisco
Coello, que ha suscitado gran eco en
todo el ambiente artístico de
Europa.
Coello, afamado pintor latinoamericano, se caracteriza por su gran vitalidad
expresiva y su constante investigación. Considerando que el arte es
producto de la tenacidad, el pintor se destaca siempre por su búsqueda
permanente de nuevas técnicas, que parten de un medio expresivo a otro,
síntesis de sus diversas experiencias que no dejan de sorprender continuamente
al público.
Los cuados expuestos condensan los largos años de investigación
que resumen una obra rica de empaste y pincelada fresca, libre, independiente,
espontánea.
Este pintor privilegiado, maneja con destreza y soltura la infinidad de matices
que plasma en sus obras; integración de su impecable composición
y de su personal colorido, fuerte, brillante, transparente que asumen un valor
tonal de todos los cadmios propios de su tierra natal, donde el trazo de la
luz firme y absoluta, alimenta toda la atmósfera, el contorno de la
imagen que se vislumbra acertadamente en la materia con una visión compositiva
y cromática de evidente equilibrio, creando una dimensión que
da carácter vital a su obra de arte.
"Escenas de Egipto" manifiesta todo el modo intrínseco de captar
momentos actuales de la vida del viejo y moderno Egipto. Coello aprovecha exponiendo
recientemente en El Cairo, con trabajos que imprimen todos estos instantes de
Oriente, mezcla de pasado y presente.
Después de hacer sus anotaciones ampliamente documentadas con cientos
de dibujos, el Maestro se dedica en su estudio a desplegar su labor creativa,
sea al óleo o al acrílico.
No son pocas las muestras de dimensión internacional que a lo largo
de su fructífera trayectoria artística han dado vida a varias
galerías y museos importantes, ya que Coello es un infatigable pintor
de reconocido prestigio y de gran temperamento que siempre sugiere un tema,
con su propia y única técnica.
Cada una de sus exposiciones revelan una programación coherente, cuidando
cada detalle de una manera minuciosa, en un mundo de fantasía plena
de madurez tanto en formas como en color, que refleja luces y sombras envolviéndonos
en un misterio espacio abierto, donde nuestra imaginación se libera,
descubriendo una enorme belleza plástica que encierra algo de nuestro
interior, que sobrecoge y atrae. La obra de Coello es el distintivo de ingenio
y exclusividad dentro del momento contemporáneo artístico latinoamericano
y europeo.
Dra.
Beatrix Lang
Crítica
de Arte. Lucerna, Suiza. Mayo 1995.

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Francisco
Coello es un ecuatoriano, nacido en Ambato,
que ha triunfado en Europa, poniendo
en alto el nombre de nuestro país.
Él es un artista moderno, culto, que
no ignora técnicas ni estilos,
pero produce con su propia individualidad.
Gusta de la figura humana, sobre todo
la que representa a mujeres. "Elegancia", "Nostalgia", "En
la Playa", "Curiosidad", "Meditación", "Visita", "En
el Teatro", "Maternidad",
han sido los temas de algunas de sus
figuras femeninas, cada una más
bella que la otra. Viste a sus damas
con elegancia, representando en el óleo
las más ricas texturas, tipo renacentista,
cubriendo sus cabezas con sombreros,
turbantes, gorras o pastoras, expresando
en los gestos, los vestuarios y distintas
actitudes, la gracia y versatilidad de
nuestro sexo.
En
la trayectoria de Francisco Coello está latente
la evolución propia del hombre
que busca, que no se estanca, que es
el mismo, pero diferente cada día,
y que a través de sus dibujos
y pinturas hace llegar a quien los contempla,
la riqueza de sus pensamientos, sus nuevas
vivencias y experiencias. Coello ha incursionado
en el surrealismo, ha dado pinceladas
cubistas, ha pasado por el período
reflexivo, y el de reminiscencia precolombina,
propia de quienes hemos absorvido expresiones
de las culturas ancestrales asentadas
en nuestra tierra americana, cuyo arte
lleva a Europa, entremezclando su propia
formación y riqueza americana
con las influencias europeas, produciendo
un todo diferente, en el que no se sabe
lo que es europeo, y lo netamente americano.
La
obra de Coello expresa siempre vida,
con sus alegrías, esperanzas,
ternuras, desalientos. Hay movimiento,
ironía y gran imaginación
en sus bellísimos dibujos. No
se repite y explota el mismo tema, sino
crea algo nuevo en cada obra, tan variada
y diferente como es la vida misma, donde
un día puede ser distinto al otro,
a pesar de aparentes semejanzas.
Los
trabajos del artista Coello tienen las
cualidades de permanencia, originalidad,
creatividad y espiritualidad de las verdaderas
obras de arte. Como miembro de la Fundación
Centro Cívico me siento honrada
del hecho que el pintor Coello haya aceptado
traerla de Suiza y exponer una muestra
antológica de su obra en sus predios,
y orgullosa y feliz de haber coadyuvado
a que Guayaquil contemple y disfrute
de la innegable riqueza pictórica
que ella contiene.
Dra.
Norma Plaza de García
(Tomado del catálogo de
la exposición en el Centro Cívico,
Guayaquil, 1993)

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Esplendor
es la palabra adecuada para esta exposición
retrospectiva de Francisco Coello, en
la que nos muestra su habilidad para
utilizar tres técnicas diferentes.
Lo mismo pinta un lienzo con reminiscencias
renacentistas, que lucubraciones surrealistas
o dibujos de regocijo vital con fuerte
carga erótica y mucho sentido
de humor. Con frecuencia nos sorprenden
sus figuras realizadas con pinceladas
directas y expresamente indefinidas.
Una
fina luz blanca combinada con colores
fogosos otorgan un sentido y gracia diferentes
a su arte y es una de las características
de la belleza carnal representada en
su creación pictórica.
La
originalidad de su visión lo lleva
a aficionarse por elementos antiguos
que él evoca, incorporándolos
con suntuosa policromía de ocres,
rojos y azules, tan típicamente
suyos. Un arco, una puerta, una ventana,
una silla, un pilastre, un cortinaje,
adquieren importancia capital en su obra
pues representan el elemento esencial
que él busca para cumplir un propósito
determinado. Así, las figuras
humanas, a quienes Coello gusta caracterizar,
y los objetos se identifican en la decoración
circundante, convirtiéndose en
apoyos estructurales para la composición.
Los
personajes, con sus actitudes, nos hacen
pensar en los maestros italianos por
la pose de aristocrático refinamiento
veneciano. La opulencia de sus trajes
y de los ambientes en que los sitúa están
hábilmente acentuados por una luz de
la tarde, otorgando al conjunto un lujo
voluptuoso con irradiaciones fantásticas.
Los
años de Coello en Europa lo han
estimulado a involucrarse en intensas
búsquedas en el plano estético,
lo que se traduce en una extensa producción
de fulgurante cromatismo y calidad. Parte
de esta colección tenemos el privilegio
de comtemplar hoy en estos salones.
Yolanda
de Rojal
(Tomado del catálogo de
la exposición en el Centro Cívico,
Guayaquil, 1993)

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"Las
obras de Coello, ya sean de pequeño
o gran formato, proyectan una enorme
fuerza y temperamento por los contrastes
que presentan: a veces expresan lucha,
y otras desbordante solaz y alegría.
De una u otra forma el artista nos introduce
en un mundo fascinante que deleita e
impresiona al contemplar."
Karl
Schuler "Freier
Schweizer"
(Suiza, mayo 1993)

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"La
técnica de craquelado que Coello
presenta en sus nuevos collages, sorprende
por el abstraccionismo paralelo que se
presenta en la obra, con sus simbolismos
y tonalidades, tan bien logrados, que
le dan matices de antigüedad, pero
al mismo tiempo confieren una intensa
actualidad."
Adolf
A. Steiner "Anzeiger
Luzern"
(Suiza, junio 1992)

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"El
nombre y la obra de Paco Coello constituye,
sin lugar a dudas, el mejor aporte de
la plástica ecuatoriana al mundo
internacional de las últimas dos
décadas."
Rubén
Astudillo y Astudillo "La
Hora"
(Quito, enero 1992)

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"La
pintura de Coello, destaca por el sutil
manejo de toda una simbología
ancestral plasmada creativamente con
un perfecto juego de luz y sombra. Sus
mensajes son tan variados, que a veces
expresan la tenaz lucha del hombre en
su entorno o la dulzura y apasionamiento,
como sucede con sus dibujos de la "Danza
de las Máscaras". El artista
posee gran maestría en el manejo
de la figura y el color, que lo caracteriza
en toda su creación."
"Frankfurter
Rundschau"
(Hanau-Alemania, 1991)

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"Contemplar
y admirar la obra de Francisco Coello
es sumergirse en un mundo sorprendente
donde lo lúdico y lo onírico
se dan la mano. Su pintura es todo un
homenaje a la mujer, a su mundo, proyectado
bajo dos figuras: la voluptuosa y la
cotidiana, pero con grandes dosis de
ironía. Deleita por su temática
y por la expresividad del lenguaje que
emplea: rotundo, esquemático,
con destreza en el trazo. Predominio
cromático del naranja, verde,
azul, así como del rojo y ocres.
Su maestría en el dibujo y la
composición hacen de su quehacer
un prodigio de oficio que no se somete
a los rigorismos de la técnica,
sino mas bien a la espontaneidad."
Concha
López Mosterro, "El
Punto"
(Madrid, octubre 1987)

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"Dueño
de una línea finísima en
sus dibujos y de muy especial técnica
en sus pinturas, sustentadas en la raíz
del arte popular de su país, que
lo inspira pródiga y bellamente,
Francisco Coello obtuvo el Premio UNESCO,
en el XVI Grand Prix International d´Art
Contemporain de Montecarlo, por su obra "Meditación",
de la cual el diario "Vaterland" de
Lucerna, Suiza, señala que "plantea
un nuevo lenguaje y una nueva técnica
a base de símbolos que recubren
armoniosamente, con líneas sutiles
y rica paleta de vivos colores, la figura
que expresa "la meditación" profunda
de la mujer emancipada, sin dejar por
ello su delicada condición femenina
y la composición equilibrada en
sus formas y colores, da a la obra una
enorme fuerza de expresión creativa." La
importancia del triunfo de Coello, es
que su obra participó entre otras
250 de artistas contemporáneos
de 51 países que se expusieron
en Montecarlo."
"Excelsior"
(México, abril 1982)

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